Día 17

La lengua se le había atorado, ya no sabía qué decir. Su elemento locuaz había quedado paralizado en medio de su boca, duro, inexpresivo. Tendría que expresarse con sus manos.
Se acercó con suavidad, tomó su cuello como si fuera a hacer una caricia y lo aprisionó con sus dedos, con sus palmas, con todas sus fuerzas hasta que la cara quedó azulada y los gorjeos desaparecieron.