Día 11

Le avisaron por teléfono que había fallecido. La noticia la sorprendió. No la esperaba y simplemente no la esperaba porque para ella ya había sucedido. En su mente infantil su ausencia había sido escenificada. Había dado una explicación: la muerte. En realidad, había vivido la sensación (como un fuerte deja vu) de que lo había invitado a tomar un café en su dpto. El veneno tardó en dar su efecto, pero los síntomas fueron exquisitos. Los ojos se llenaron de sangre y comenzó a no ver. La piel se estiró hasta parecer un globo con cara. Las manos tenían llagas purulentas y la gangrena se expandió por todo el cuerpo. Hacia el final la sangre surgió de cada hueco y la salpicó. Sangre pura. Ahora podía hacerse cargo de sí misma.