Día 1

Habían nacido del mismo hueco de la tierra fértil que desembocaba a orillas del mar. Por un lado, estaba el huracán furioso, incontrolable, que sembraba muerte y desolación a su paso. Cuando la veían venir, la gente se ocultaba y trataba de salvaguardar su integridad física. Algunos lo conseguían, otros encontraban sus pedazos desperdigados por el campo. Por el otro lado, había surgido una planta de maravillosos colores y con un perfume extraordinario. Su presencia embellecía los suelos terrosos de la montaña. Sin embargo, esa exquisitez vegetal encerraba un secreto. Los pobladores pudieron comprobarlo el día que encontraron el cuerpo exánime de un chiquillo que, atraído por un dulce aroma, había tocado sus pétalos puntudos. Nunca supo que el veneno había entrado a través de las puntas, atravesado todo su cuerpo con la sangre para, finalmente, paralizar su corazón. La hiedra al fin se había manifestado.